Resumen
En
2003 el grupo finlandés Oy Metsa-Botnia Ab
inició el proyecto de instalación de una fábrica de celulosa para la generación
de un millón de toneladas anuales de pulpa de eucalipto a partir de la materia
prima maderera de las plantaciones forestales de la región litoral de Uruguay y
zonas aledañas, destinadas al mercado internacional.
Este
proyecto fue presentado a la comunidad internacional como una iniciativa con una
política de Responsabilidad Social claramente definida y estratégicamente
planificada, en la que se establecían compromisos relacionados con la generación
de productos de alta calidad, la producción limpia bajo estrictos principios de
operación medioambiental y preservación del contexto, asimismo declaraba el desarrollo
de sus operaciones contemplando las necesidades y expectativas de una amplia
variedad de grupos de interés, destacándose su impacto económico y la
orientación hacia lo social y la reivindicación de la calidad de vida de los
individuos y la generación de valor de las empresas, agremiaciones y
comunidades vecinas.
No
obstante, las intenciones declaradas, la realidad muestra que la actividad
operacional de la planta, ha generado una serie de impactos que han afectado
negativamente las dinámicas de vida, así como la sostenibilidad de las
comunidades y el entorno en general.
El Caso Botnia: Una reflexión
sobre la realidad de las políticas de Responsabilidad Social Empresarial
El
grupo Oy Metsa-Botnia Ab es una organización finlandesa fundada en 1973, que
ocupa el segundo lugar en el continente Europeo en producción de celulosa,
materia prima con la que se produce el papel. El grupo Botnia posee varias
empresas subsidiarias, dos de ellas están ubicadas en Uruguay, una llamada
Compañía Forestal Oriental S.A. (FOSA), dedicada al desarrollo de plantaciones
de eucalipto; y Botnia S.A, ubicada en la ciudad de Fray Bentos, departamento
de Río Negro, en el litoral oeste de Uruguay, cuyo objeto es la producción de
celulosa, y es conocida comercialmente en Latinoamérica como Botnia,
La
empresa Botnia S.A., fue fundada en Uruguay en el año 2003, involucrando la
construcción, puesta en marcha y operación de una planta de producción de pulpa
de celulosa y una terminal portuaria, en una zona franca privada. El proyecto
de construcción terminó el 8 de noviembre del año 2007.
El
propósito de Botnia fue desarrollar el proyecto de instalación de una fábrica
de celulosa que generara un millón de toneladas secas anuales de pulpa de
eucalipto a partir de la materia prima maderera de las plantaciones forestales
de la región litoral de Uruguay y zonas aledañas, destinadas al mercado
internacional.
La planta fue ubicada en
Fray Bentos a orillas del río Uruguay, que, debido a sus caudales hídricos, es
uno de los ríos más caudalosos de América del Sur con una cuenca aproximada de
300.000 km2. En el punto de la planta, este río presenta
profundidades importantes que permiten el flujo del transporte fluvial de los
productos e insumos del emprendimiento industrial, la toma de agua y los
efluentes, así mismo el espacio entre las fuentes de materia prima maderera
proveniente sobre todo de las plantaciones forestales existentes y futuras en
los departamentos de Río Negro, Paysandú, Soriano y Colonia.
Botnia
encontró en Uruguay ventajas con respecto a las tierras para las plantaciones
de eucaliptos y mano de obra mucho más barata. Además, algo muy importante es
que el Estado uruguayo le construye y mantiene gratuitamente la infraestructura
vial necesaria para el transporte de la madera a la fábrica.
Los compromisos de la política
de Responsabilidad Social de Botnia
De
forma general, en el marco de la planificación estratégica de la política de
Responsabilidad Social, Botnia se comprometía con la generación de productos de
alta calidad, rentables y que se adaptaran a las necesidades del cliente,
ahorrándole gastos, facilitando el reciclaje de los residuos y ayudándole a
desarrollar sus actividades de forma respetuosa con el entorno.
La
empresa formuló su intención de velar porque sus socios apliquen políticas
medioambientales responsables y que los proveedores se comprometan a considerar
los aspectos económicos, sociales y medioambientales de la gestión de bosques y
a explotarlos conforme a los principios del desarrollo sostenible. De igual
forma, planificó el empleo de la mejor tecnología existente, se esfuerza para
contribuir decisivamente a su desarrollo, por ejemplo, se genera calor y
electricidad de forma eficiente bajo preceptos de bioenergía.
La
organización visionó otorgar prioridad al entorno, evaluando regularmente y
reduciendo los riesgos; los empleados conocen el impacto ambiental derivado de
su trabajo y reconocen su capacidad de influir en él y sus obligaciones. Reconociendo
además, las emisiones resultantes de sus actividades y vigilando activamente su
efecto en el entorno; centra sus esfuerzos en mejorar el control de
irregularidades para que ello redunde en una mayor calidad de vida de la
población.
Como
parte de su planificación contempló el trato con transparencia en los asuntos medioambientales,
colaborando con los clientes, la sociedad y las autoridades, y mantiene una
comunicación abierta con los grupos de interés.
En
cuanto a la dimensión económica, Botnia se comprometió en incrementar el nivel
de empleo del sector público y privado, debido a que el proyecto generaría 3000
puestos en el año 2005 y 7500 puestos de trabajo en el año 2006, donde 500 en
el 2005 serían empleos inducidos y 1700 en el 2006 también, siendo el resto de
empleos directos e indirectos. Al igual se comprometió en mejorar los ingresos municipales
y balancear los presupuestos.
El
proyecto de la planta de Botnia en Uruguay invertiría USD 943 millones en dos
años, de los cuales una cifra cercana a los USD 10 millones estarían destinados
a promover la infraestructura del sector público, lo que significaba en su
momento, la mayor inversión privada en la historia de Uruguay.
Asimismo,
el proyecto Botnia tendría impactos positivos con respecto al balance de
divisas del país, con el mayor índice de inversión que todos los años. Con la
implementación del proyecto las finanzas se beneficiarán de tal forma que el
recaudo se incrementa en 307 millones de dólares de 2004 entre los años de 2005
al 2006.
Con
respecto a la dimensión ecológica, Botnia diseñó un plan de medidas para
mejorar la eficiencia ambiental y prevenir riesgos, usando las mejores tecnologías
para la planta de pulpa de celulosa, con la intención de prevenir o reducir las
emisiones y residuos que puedan afectar el medio ambiente y bajar el consumo de
energía y materias primas.
Botnia
aseguró que la descarga de efluentes sería controlada con la recolección diaria
de muestras de sólidos suspendidos, analizando su ph y conductividad, y también
garantizó monitoreos para el control ambiental de aguas subterráneas, monitoreo
del suelo y monitoreo de plantaciones, lo que generaría un informe que sería
publicado mensualmente.
Con
respecto al aire, Botnia aseguró que no existiría posibilidad de riesgo de
accidente por liberación de dióxido de azufre, debido que en la planta no contemplaba
el uso de cloro gaseoso, solo trabajaría con una solución débil que no
contamina el aire medioambiental.
Dentro
de la dimensión social, Botnia aseguró que incrementaría la demanda del sector
servicios, los hoteles, restaurantes, el turismo, el transporte y los servicios
sociales en las áreas cercanas a la planta, abriendo la posibilidad de creación
de nuevas empresas.
En
lo concerniente a la fuerza laboral, y como estrategia de reivindicación del
trabajo, la organización se comprometió a vincular formalmente a los
trabajadores forestales, quienes tradicionalmente habían sido los peor
remunerados en el campo y sin medidas de seguridad y condiciones de vida
razonables; lo que se complementaría con servicios de recreación y esparcimiento.
El
proyecto de la celulosa de Botnia S.A. aseguró crear nuevos empleos, ingresos,
ofreciendo una mejora de la calidad de vida en la zona. La facilitación de
construcción de vivienda y servicios sociales para las personas que trabajen en
la planta; para ellos se tuvo en cuenta la necesidad de construcción de un
considerable número de viviendas, la ubicación, características y costos los
cuales fueron estudiados al inicio del proyecto. Asimismo, Botnia ofreció
instalaciones en zonas cercanas, para ser usadas por personal del proyecto para
su acomodación.
En
cuanto a la dimensión ética, Botnia se comprometió a involucrar dentro de su
actividad el respeto por la integridad, el desarrollo social, cultural y
económico de la sociedad de Fray bentos y comunidades vecinas. De igual forma,
apoyaría el desarrollo de la región estimulando el compromiso de su empresa y
sus trabajadores con el fin de generar condiciones sanas para el desarrollo con
equidad y justicia social.
En
lo relacionados con el bien común, la empresa se comprometió con la
construcción de vías de acceso terrestre, el servicio de energía y las
telecomunicaciones que beneficiarían a la sociedad en general, y también la
implementación de un servicio de transporte de basura común para su destinación
final en el vertedero municipal.
En
la dimensión gestión, y en concordancia con los compromisos de orden ecológico,
Botnia estableció monitoreos ambientales de la fábrica de pulpa de celulosa por
medio de tres niveles; el primero realizado por los operarios de la planta,
controlando los procesos internos de los sistemas ambientales y de todos los
procesos de la planta; el segundo nivel de monitoreo lo realizan los
supervisores de la planta de manera interna, con el fin de controlar la
eficiencia de los sistemas ambientales; y por último, el monitoreo externo
realizado por equipos externos y profesionales donde involucran el agua, el
aire, el ruido, entre otros factores ambientales, asegurando que la fábrica
opera de acuerdo a los permisos otorgados.
Botnia
diseñó los tres niveles de monitoreos ambientales teniendo presente que la
mejor forma de controlar los impactos medioambientales, es haciéndolo como
parte integral de las actividades de producción, por ello involucra a cada uno
de sus trabajadores que dentro de sus funcionen de trabajo, incluyan su grado
de responsabilidad con el cumplimiento de estas actividades de monitoreo.
En
el orden de la investigación, Botnia implementaría el proyecto Mecanismo de
Desarrollo Limpio (MDL), a través del cual, la
empresa generaría electricidad por medio de la quema del licor negro derivado
del proceso de pulpado de la madera; y el excedente energético de 32MW de
electricidad, fue inicialmente destino para la venta UTE, entidad estatal,
operadora de la red eléctrica pública.
La realidad del caso Botnia:
el fracaso de su política de Responsabilidad Social.
El
despliegue de la política de Responsabilidad Social muestra unos resultados que
se apartan en gran medida de los objetivos estratégicos planificados para cada
una de las dimensiones:
En
el orden económico, según Cabrera (2005), los acuerdos de reciprocidad de la
inversión entre países, no garantizan posibilidades de expansión de negocios de
origen uruguayo en Finlandia ni ejercicios planificados proyectos de
intercambio que fortalezcan de la balanza comercial, y sólo aplicarían para eventuales
proyectos futuros. Adicionalmente, de la inversión anunciada de 1.100 millones,
solamente 200 millones sería para destinación en el Uruguay, el monto restante fue
destinado directamente a Finlandia y Suecia, para la compra de maquinarias y
otros servicios.
No
menos grave resulta el fenómeno de la concentración de propiedad de la tierra
en manos de unos pocos latifundistas, afectando las cadenas naturales de generación
de valor de la región y el desestímulo a actividades tradicionales como la
pesca, ganadería y cultivos de cereales.
Desde
lo ecológico, uno de los impactos negativos generados por la operación de la
planta de Botnia, es el consumo masivo de aguas superficiales y subterráneas de
los eucaliptos, y en consecuencia la seca de napas y afluentes para los campos
linderos. De igual forma, el cultivo de eucalipto exige el uso intenso de
pesticidas por la generación de diversos tipos de plaga.
En
el sector agrario, son significativos los impactos derivados una planta de
celulosa, debido a que para mantener la producción de celulosa se necesita una
gran cantidad de hectáreas de eucaliptos y eso implicaría que las mejores
tierras de Uruguay abandonen los cultivos de cereales y la ganadería para poder
abrir campo en tierra para los montes de eucaliptos.
La
incineración de residuos peligrosos es considerada una de las principales
fuentes de emisión de dioxinas y furanos (agentes de contaminación tóxicos y
mortíferos), que son vertidos a los cuerpos de agua en las descargas de las industrias
papeleras debido al uso de gas cloro o dióxido de cloro para el blanqueamiento
de la celulosa, lo que también genera contaminación atmosférica. La exposición
de estos tóxicos para los seres humanos se materializa a través de la ingesta
de alimentos contaminados como carnes y productos lácteos, y los efectos
negativos son evidenciados en el desarrollo neurológico, reproductivo,
conductual y en el sistema inmunológico de lactantes y niños, que también puede
causar cáncer y otros efectos agudos en los adultos.
En
2007, el gobierno uruguayo decidió extremar los controles sobre las obras de
construcción de la planta Botnia y dispuso que inspectores presencien cada
prueba operativa, tras el derrame de sulfato de sodio, que ocasionó
intoxicaciones en los operarios.
En
el orden social (Cabrera, 2005), muchos uruguayos no están de acuerdo con la
planta Botnia, pues tienen la percepción de que los beneficios son inferiores
al número de perjuicios y daños alarmantes a la sociedad, la actividad
operacional de la planta produce un incremento enorme de desempleo rural,
debido a que los trabajadores de forestación siguen siendo mal remunerados y se
conservan pésimas condiciones de trabajo, incrementando el empobrecimiento de
la zona en lugar de contribuir con su desarrollo.
Desde
lo ético, cuando el gobierno del Uruguay otorgó la licencia de funcionamiento
de Botnia, afirmó en la resolución correspondiente que se había presentado y
aceptado los avales bancarios y comprobantes de seguros por parte de las
autoridades competentes, sin embargo, el gobierno desconoce en dónde se
encuentra depositada dicha garantía, “el Banco del Seguro del Estado, admitió que
a empresa Botnia no posee póliza de seguro ambiental en el Banco del Seguro del
Estado de la República Oriental del Uruguay. Así lo demuestran los documentos
oficiales que obran en poder de la Justicia uruguaya” (Tinku, 2008).
En
lo político, desde el año 2006, la planta Botnia generó un conflicto entre los
países de Argentina y Uruguay, cuyo núcleo fueron los impactos ambientales y su
incidencia trasnacional, al respecto, en abril de 2010, la Corte Internacional
de Justicia de La Haya (CIJ) decidió que Uruguay incumplió disposiciones
internacionales al autorizar la instalación de las pasteras Botnia y Ence y de
un puerto en la ciudad de Fray Bentos, aunque dijo que "no hay
motivos" para ordenar el desmantelamiento de la pastera finlandesa. El
tribunal planteó que el país vecino no cumplió con obligaciones previstas en el
estatuto del río Uruguay la Argentina y Uruguay firmaron en 1975.
Concretamente, indicó que el país vecino no informó debidamente sobre la
construcción de las plantas de celulosa y que "no tenía derecho" a
comenzar su construcción mientras estaba en marcha el proceso de negociación
con la Argentina. (Argenpress, 2010).
En
lo que respecta a la gestión, el clima organizacional se ha caracterizado por
desavenencias, informidades y conflictos que han afectado las dinámicas de
trabajo. Adicionalmente, en lo atinente a la gestión del talento y la
generación de capital humano, desde el año de 2006 son reiterativas las
protestas, manifestaciones, e interrupciones de las operaciones tanto de
construcción como de funcionamiento de la planta, por razones de inseguridad
laboral, accidentes de trabajo, intoxicaciones y afectaciones en el orden de
los beneficios, la calidad laboral y las remuneraciones.
Conclusiones
El
caso Botnia nos enfrenta a una realidad que exige una reflexión sobre
planificación estratégica de la gestión de la política de responsabilidad
social, y el impacto real que la actividad operacional de una determinada
empresa produce sobre su medio y las implicaciones que esto tiene sobre las
dinámicas de los ecosistemas, los tejidos sociales, la generación de valor, la
calidad de vida, el desarrollo económico integral y las afectaciones sobre la
sostenibilidad de las comunidades interactuantes, y evidencia cómo una gestión
inadecuada de las necesidades de los grupos interés puede tener implicaciones que
incidan negativamente sobre el normal desarrollo de las operaciones de una
organización o afectar el alcance, el cronograma, el presupuesto y la calidad
de un proyecto.
La
situación estudiada sugiere el cuestionamiento respecto a la brecha que se
genera entre las intenciones estratégicas de las políticas de responsabilidad
social y la realidad de los impactos inherentes a la actividad operacional, y
la forma como el equilibrio entre los beneficios organizacionales y los del
entorno constituyen un desafío para la dirección de proyectos.
De
igual forma, obliga a la reflexión respecto al desmedido consumo de productos
como el papel, cuyo proceso de producción tiende a alterar las dinámicas
naturales de su entorno, con consecuencias medioambientales que pueden resultar
irreparables.
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